Iglesia Colombiana Metodista de Bogotá

Sobreviví a una "Terapia de Conversión"

Soy un #CristianoGay, desde que era un pequeño niño he asistido a diferentes iglesias evangélicas y en algunas he participado en distintos ministerios. Desde muy temprana edad sabía que me atraían los hombres y debido a lo que enseñaban este tipo de iglesias me sentía como el peor de los pecadores y una persona dañada, enferma, abominable e inútil.

Escuchar constantemente este tipo de sermones me hizo creer que debía corregir lo que estaba sintiendo, no sólo a través de prácticas espirituales como el ayuno, la oración, la memorización de pasajes bíblicos, la asistencia a retiros o encuentros de sanidad interior y liberación (exorcismos), sino también desde lo psicosocial por medio de un grupo de apoyo “cristiano” llamado Romanos 6, que ofrecía y aún ofrece curación a las personas que lidian con lo que ellos llaman «atracción al mismo sexo» (AMS). No sabía que me involucraba en una terapia de conversión o ECOSIEG, estaba tremendamente desesperado por dejar de sentirme atraído por los hombres y vivir en santidad como lo exigían las iglesias a las cuales asistía.

Una de las maneras en que Romanos 6 controlaba los resultados que prometían era por medio de la rendición de cuentas durante cada sesión semanal. Uno debía confesar cómo había transcurrido la semana usando el semáforo como metáfora: rojo, si había tenido algún tipo de práctica sexual; amarillo, si había estado a punto de caer pero lo había evitado y verde, si había huido de inmediato de cualquier pecado sexual. Yo casi siempre estaba en rojo y amarillo y eso me hacía sentir fracasado y carente de fuerza de voluntad, mientras la mayoría de mis compañeros estaba en verde. Años después descubrí que muchos estaban en rojo como yo, pero mentían descaradamente para quedar bien con el resto de participantes.

Después de asistir por más de cinco años a este grupo fui consciente que esos esfuerzos no producían ningún cambio en mi orientación sexual; al contrario, traían culpa, baja autoestima, tendencias suicidas y además me di cuenta que mis compañeros se sentían infelices, se odiaban a sí mismos e incluso algunos hablaban de quitarse la vida, como lo pensé varias veces y lo intenté en una ocasión.

Hoy gracias a Dios me acepto y me afirmo plenamente como un hijo de Dios, como cristiano, como hombre gay. He encontrado mi casa, mi hogar espiritual y mi familia de fe en la Iglesia Colombiana Metodista y estoy feliz de poder vivir sin mascarás, contándole al mundo que no hay nada malo en tener una orientación sexual o una identidad de género diversa.

Sin embargo, no podemos ignorar que el cristianismo (católico, evangélico, mormón, entre otros) permea el pensamiento de nuestra sociedad colombiana y les ha hecho creer a muchos/as que la diversidad sexual y de género es peligrosa, que es una perversión que debe ser corregida, aún cuando desde el 17 de mayo de 1990 la homosexualidad fue removida de la lista de enfermedades mentales por parte de la OMS. Escuchar este discurso constantemente empuja a jóvenes, adultos e incluso a adolescentes a la búsqueda de una cura para su orientación sexual con sus nefastas consecuencias.

Como víctima de este tipo de terapias pseudocientíficas estoy plenamente convencido que no solo hay que prohibirlas sino también judicializar a quienes las promuevan y las practiquen. Estos esfuerzos no sólo causan daño emocional, sino en algunos casos afectan también la integridad física. Las personas #lgbtqia no tenemos ningún diagnóstico del cual debamos ser curados.

#NoMásEcosieg #NadaQueCurar #NoEsTerapiaEsTortura

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